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¿Por qué siguen fumando?

31 May, 2010 Deja un comentario

Empezaré diciendo que ni fumo ni he fumado nunca. No soy, pues, sospechoso de «ex-fumador talibán»… aunque mi postura respecto al tabaco es bastante negativa.

Me parece bien, respeto, que cada cual haga con su cuerpo lo que mejor le parezca. Me parece bien que se exija a los demás que respeten nuestra libertad individual para hacer con nuestro cuerpo lo que mejor nos parezca. Pero, ojo, con dos matices:

  1. La libertad conlleva la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestros actos.
  2. Mi libertad termina donde comienza la de los demás.

El primer punto me lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué tengo que asumir yo, que ni fumo, ni he fumado, ni fumaré, parte de los costes sanitarios que, de manera indiscutible, se están generando por culpa del tabaco? Si los fumadores tienen libertad para causarse esos daños, también deben tener la responsabilidad de asumir los costes que su curación generen. Es cierto que el tabaco está gravado con unos impuestos bastante altos, y estos impuestos seguro que sirven, entre otras cosas, para pagar la sanidad… también es cierto que hay empresas públicas que hacen negocio con el tabaco… pero alguna cuenta no debe de estar cuadrando, cuando desde el Gobierno se está tratando de reducir por todos los medios el tabaquismo; yo diría, sin haber visto los números, que los ingresos no deben de estar compensando los gastos.

El segundo punto implica que los fumadores deben saber que, al fumar en un sitio más o menos cerrado, están molestando a los no fumadores. Nos molestan cuando nos llega el humo, y nos molesta el desagradable olor que dejan durante un rato después. Señores fumadores, ¿les gustaría que alguien les tosiera o les estornudara a la cara mientras cenan? Pues viene a ser lo mismo… A mi, personalmente, no me molesta que la gente fume en el exterior… pero en un sitio cerrado, sí, francamente.

No me considero una persona fanática de la salud, ni especialmente intolerante con las actitudes de los demás. No estoy a favor de la prohibición del tabaco. Pero sí creo que debe protegerse a quienes queremos disfrutar de una cena o unas copas sin humo… y que este «derecho» debe estar por encima del derecho a fumar en cualquier sitio. Tampoco creo que si se prohibiera fumar en recintos cerrados esto fuera a perjudicar a los hosteleros; la gente continuaría saliendo a cenar y a los bares… solo que saldrían a fumar afuera, fumarían antes o después, o, directamente, dejarían de fumar. Sería más incómodo para los fumadores, sin duda, pero sería mucho más cómodo para los demás.

Como resumen yo diría que quien quiera fumar debe tener el derecho a hacerlo, pero quien quiera no fumar, también debe tener el derecho a no hacerlo.

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Sanidad pública, pero ¿gratuita?

24 May, 2010 3 comentarios
Acabo de leer este interesante post sobre la sanidad pública en Francia, y me parece que el tema de si este servicio debe ser completamente gratuita o no, merece una reflexión. Obviamente, me refiero al uso de la sanidad, no a su disponibilidad… ya sé, todos sabemos, que nada hay gratis en esta vida, y que la sanidad la pagamos entre todos, aunque unos más que otros.

Vaya por delante que estoy completamente a favor del acceso universal a una sanidad de calidad, pero creo que hay ciertos matices que debemos considerar al reflexionar sobre este tema:

  1. Lo que no tiene precio, no tiene valor (desgraciadamente).
  2. El uso no es simétrico en la población, pero las aportaciones sí.
  3. Lo que es de todos, no es de nadie.

Como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes…

La primera cuestión, la puesta en valor del servicio, se podría abordar a través del establecimiento de un «copago«. Este método está plenamente incorporado en la mayoría de los seguros médicos privados y se basa en que el cliente debe realizar algún pago (más o menos simbólico) cada vez que hace uso de la asistencia. Incorporar esta práctica a la sanidad pública aportaría, en mi opinión, tres beneficios:

  1. Prevendría abusos. Cuando tenemos que pagar por algo, aunque sea poco, nos pensamos dos veces si merece la pena.
  2. Incorporaría el concepto de «pago variable», lo que podría permitir reducir las cuotas fijas manteniendo el mismo nivel de ingresos.
  3. Alinearía (mínimamente) las aportaciones y el uso (paga más no sólo quién más tiene, sino también quién más usa).

Obviamente, estas aportaciones variables deben ser lo suficientemente «simbólicas» como para no frenar el acceso universal al servicio cuando realmente se necesita. No parece que deberían estar, pues, directamente relacionadas con el propio coste de cada servicio, sino más bien con su probabilidad de uso (y abuso).

Una vez que hemos introducido el concepto de aportación variable en el uso de la sanidad, debemos continuar con la misma idea en el acceso a los medicamentos. Y es que el acceso gratuito a los medicamentos por parte de los jubilados (por el mero hecho de ser jubilados) no parece tener demasiada justificación, aparte del posible (probable) interés electoral de nuestros políticos. Los jubilados son un colectivo que, en general, utilizan mucho la sanidad, por lo que también deberían ser «contribuidores» a su mantenimiento. ¿Por qué los jubilados sí tienen medicinas gratis y un parado con dos hijos a su cargo, no? Parece bastante más justo proporcionar medicinas gratis basándonos simplemente en la renta per cápita familiar, y dejando fuera otros temas como la situación laboral, la nacionalidad, el estado civil….

Por último, todas estas reflexiones no sirven de nada mientras no seamos capaces de darnos cuenta de que estamos utilizando y administrando un bien público (es decir, de todos), y que cualquier abuso redunda en perjuicio del resto de propietarios… Tenemos que valorar el servicio que tenemos, conservarlo, y utilizarlo en la medida de nuestras necesidades, dejando fuera la picaresca y el engaño. ¿Quién no ha «utilizado» a algún familiar jubilado para obtener analgésicos gratis? ¿Quién no ha oído hablar de extranjeros que aprovechan su estancia en nuestro país para alguna operación quirúrgica (el llamado «turismo sanitario»)? Debemos cortar todas estas prácticas para hacer que el sistema sanitario sea más eficiente y, por tanto, más asequible para el Estado, especialmente en momentos de crisis como éste.

Resumiría por tanto estas reflexiones en tres ideas generales:

  • Ningún servicio a coste cero para el usuario
  • Aportaciones variables en base a renta y uso
  • Mayor control del abuso

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Categorías: crisis, política, sanidad, sociedad